Resiliencia: aprender a vivir cuando crees que todo está perdido

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Todo está perdido. Un día cualquiera ese pensamiento anida en tu mente. No hay nada ni nadie que logre convencerte de lo contrario. La vida parece una muy mala broma en la que no deseas participar.

¿Cómo fue que llegaste hasta este punto? ¿No habías prometido nunca caer en esta dinámica enfermiza? ¿Dónde están todas las metas que te habías propuesto? El camino parece más complicado, una pendiente amenazante sin final.

Y entonces todo duele: las personas que se han ido, las que no terminan de llegar, las palabras dichas y las guardadas para una “ocasión especial” que nunca llegó. Todo se acaba, piensas sin poder detener tus pensamientos, todo se acaba sin que puedas hacer algo.

Poco a poco lo comprendes: el dolor es tu acompañante. Percibes su presencia rugosa que reduce tu ser a lágrimas y silencios.

No hay cuentos de hadas, no hay luz al final del túnel, no hay calma después de la tormenta, no hay sentido en los días.

Tu voz se ahoga en medio del río de tus lamentos. Una pesadez atraviesa tu cuerpo y el agotamiento te vence.

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A la mierda todo, lo decides por fin.

Otro día cualquiera te encuentra leyendo este texto. Se parece a lo que estás viviendo, aunque crees que le falta mucho para representar lo que verdaderamente estás pasando.

Y es que no quieres más sermones; ya lo has intentado todo. No hay nadie que pueda salvarte, en eso tu convencimiento no falla.

Nadie puede salvarte.

Pero…

¿Y si tuvieras que salvarte a ti mismo?

¿Y si nosotros fuéramos nuestros propios salvadores?

Tendríamos que dejar de esperar por respuestas.  

Aprender del dolor, decantarlo para obtener un aprendizaje, hacer que su compañía nos ayude a entender las muchas realidades que vivimos.

La vida es una serie de cosas que no siempre logramos asimilar. A veces da la impresión de que todo empeora y que no veremos el final de los problemas, que sólo vendrá más basura.

Pero si nos refugiáramos en la frase “no quiero que nada pase”, entonces justamente estaríamos condenados a la monotonía.

En la vida pasan cosas, y esa verdad, por absurda que sea, debe ayudarnos a entender que todo tiene un principio y un final, no hay manera de detener el tiempo: algo siempre tendrá que pasar.

Basta de pensar que hay cosas “malas” o “buenas”. La escala de grises es más cercana a las ideas que nos definen.

Sufriremos, gozaremos, reiremos y con toda seguridad volveremos a sufrir. Aprenderemos así sobre la resiliencia, esa capacidad para superar los momentos más difíciles de nuestras vidas.  

Y entonces descubriremos nuestro valor, aquello que somos muchos más allá de las circunstancias que nos rodean.

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