Burning: una película que habla sobre el retrato de una juventud cansada

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Burning se estrenó en mayo del 2018 en Corea del Sur y gracias a el FICUNAM, (Festival Internacional de Cine UNAM) llegó a México en marzo de este año.

Una de las apuestas de toda obra narrativa está en lograr que sus espectadores se identifiquen con sus personajes; esto, a pesar de que se trate de una historia compleja, inentendible, extraña. Sin embargo, también puede ocurrir que quienes la vemos estemos sobreinterpretando lo observado por el simple hecho de estar imbuidos en nuestra realidad.

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Este estallido de identificación  ̶ exceso de interpretación, quizá ̶  es una de las sensaciones que deja Burning (2018), la última película del director coreano, Lee Chang-dong.  Basada en el cuento Quemar graneros (The Elephant Vanishes) de Haruki Murakami, Burning cuenta la historia de Jong-su (Yoo Ah-in), un joven que trabaja como cargador de mercancías, pero su verdadero sueño es ser escritor.

Desde el primer momento, la película da la impresión de transitar por un ritmo monótono, tal como la vida de su protagonista. No obstante, la trama cambia abruptamente cuando Jong-su se encuentra con Hae-mi (Jeon Jong-seo), una antigua vecina del barrio en el que vivió cuando era niño. Este encuentro cambiará el ritmo de la historia pues derivará, sistemáticamente, de lo cotidiano a lo misterioso.

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Hae-mi realiza espectáculos de mímica en cada encuentro, pero éstos parecen no tener ninguna explicación más que el mero enigma de la realidad misma. Sucesos que en el cuento se explican hasta el cansancio, en la película simplemente se dejan a la interpretación, explotando de este modo: la poética del instante mismo.

Posteriormente, Hae-mi se va a África y deja a Jong-su a cargo de su gato. El joven asiste día con día, a alimentar a la mascota, pero ésta no se deja ver nunca, dando la impresión de ser imaginaria. Tiempo después, Hae-mi regresa conBen (Yeun Sang-yeop), un extraño joven que conoció durante el viaje.

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Desde este momento, el filme se convierte en una especie de thriller que tiene como eje un triángulo amoroso. Chang-dong, respetando la trama original del cuento de Murakami, se atreve a presentarnos con detalle la vida íntima de estos tres jóvenes: Jong-su, un escritor fracasado; Hae-mi, una joven con aspiraciones artísticas; Ben, un solitario hombre rico.

Los sutiles cambios que Chang-dong hace al cuento de Murakami, colocan a Burning en una historia que sobrepasa la ficción. Ese paisaje de jóvenes inmersos en una gran urbe, como lo es Seúl, le da a la película un toque existencial, pues estamos ante unos personajes cansados de un mundo atravesado por la incertidumbre. Transitando así, por los diminutos departamentos de la ciudad y las deterioradas casas de las afueras.

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Este transito sistemático hacia los adentros de la vida íntima de los personajes, nos presentará un paisaje aún más distorsionado (truculento). En una inesperada convivencia en casa de Jong-su, en las afueras de Seúl, Ben le confesará a éste que gusta de quemar invernaderos como los que se encuentran cerca de ahí. Lo cual, perseguirá al joven escritor durante el resto de la historia. Este momento, además, es uno de los mejores de la película pues las imágenes que se muestran son simplemente hermosas: Hae-mi bailando al ritmo de Miles Davis en el ocaso del día. Una especie de ensayo visual sobre la danza o, quizá, la simple explotación de la poética del instante.

Poco después, Hae-mi desaparecerá, no está con Ben ni con su familia. Nadie sabe de ella, es como si nunca hubiera existido. Jong-su empezará a buscarla desesperadamente, siguiendo los pasos de Ben con la esperanza de encontrarla; sin embargo, lo único que descubre es a un Ben por demás extraño: inexpresivo, rutinario, malévolo.

Pero, a su vez, presenciamos el descenso del protagonista, cayendo al límite de la locura (y del fracaso). En esos inesperados encuentros con Ben, éste le dirá algo revelador a Jong-su, pues le confiesa que Hae-mi no tiene dinero y está completamente sola. Esto, bien puede ser un aderezo a la crisis existencial que atraviesa al filme, pues pone en escena a una juventud desesperada (sin un punto exacto al que llegar). Tal, como el final de Burning: inesperado, desgarrador e inentendible.

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