“El amor existe y dichosos aquellos que lo han sentido; pero lastimosamente no dura para siempre, y esa es una realidad con la que el ser humano tiene que aprender a vivir”
Somos una especie capaz de vivir experiencias colectivas. Es decir, ayer, hoy, mañana y siempre se hablará del amor, ese sentimiento más hermoso y obscuro que existe; el cual aún sin haberlo sentido, podemos saborearlo, olerlo, escucharlo y verlo.
Hablemos del amor como un sentimiento universal, pues independientemente de que vivirlo sea algo sumamente íntimo y propio, somos capaces de compartirlo, y al hacerlo, orquestamos un show impresionante, con luces y sonrisas, así que es imposible que pase desapercibido ante los ojos de los demás.

Ahora bien, el proceso del enamoramiento significa ser, vivir y disfrutar de ti al máximo, pues a través de otro corazón, ojos y cara, deseas muy en el interior ser querido, aceptado e incluso amado. Gozas de ser idolatrado, casi pontificado como algo fuera los límites del universo de un híbrido entorpecido.
Quizá te suene egoísta, pero de cierta forma lo es, luchas día con día por tu felicidad y a veces, esta depende de esas emociones que te hacen tambalear, darlo todo, dibujarte un porvenir, que sin importarte lo que te rodea, debe confabular a tu favor, para que tus sueños más melosos se cumplan y así logres llegar a la cúspide de sentir el corazón lo más rojo posible.
Una vez que encontraste a esa persona, a la cual decides darle el rango de especial; comienzas a dibujarle manías, gestos, ademanes y un sinfín de características que a ti te vienen bien en ese momento. Y lo mejor, es que eres correspondido, pero, cómo saber si es algo fortuito o natural. Nadie lo sabe, y en estas líneas dudo darte una respuesta, y no hay porque agobiarse. Ya lo estás sintiendo, con eso basta por ahora.
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Disfrutas tu estancia en el edén, y no importa la acción cometida, no te preocupa si es buena o mala, si fue compartida o individual, todo es relativo, vivo, azul y casi perfecto según tus estándares. Vives y respiras una sonrisa ajena, anhelas abrazos todos los días y los besos se vuelven tu único alimento. Sí, así de irreal se vuelve tu mundo. Lo cual está bien, porque encuentras la felicidad en los detalles y eso es algo muy difícil de lograr.

Pero ¿en qué momento un sentimiento tan puro, genuino y rosa se vuelve a algo obscuro y trágico?
La respuesta vive asomándose todos los días en tu relación “consensuada”, pues, de pronto, necesitas tanto de esa persona, hasta convertirte en un enfermo de momentos fabricados a capricho, sin consentimiento de la otra persona comienzas a darte cuenta que, aunque tú estés feliz, la otra parte ya no lo está siempre, las miradas que gritaban apasionadamente tu nombre, ahora son silenciosas e incomodas.
Y es que naturalmente somos así; los gustos inocentes y nobles nos duran poco, en cambio, la pasión, el egoísmo y las emociones efímeras dominan nuestra alma.

No es problema de él o ella, o particularmente tuyo, va más allá. Somos una raza infectada, un libertinaje al cual nombramos “sentimientos” y fingimos falsamente tener un control sobre ellos, y peor aún, hay quienes ponen el ejemplo, siendo ellos la indecencia con corona y palabras bonitas.