Por: Bernardo Monroy.
El presente ensayo muestra enlaces entre dos países que tienen bastante en común, pues como escribió en una ocasión el autor de La máquina del tiempo: «Solo son ideas las que estructuran la Historia”.
Cuando evocamos el porfiriato y la época victoriana acuden a nuestras mentes una serie de elementos que aparentemente no guardan relación entre sí: el Big Ben, el Ángel de la Independencia, el Palacio de Buckingham y la Residencia Oficial de los Pinos.
La imperturbable imagen de Díaz y la reina Victoria, quienes miran a su pueblo con altivez, parece ser el único vínculo histórico. Lo cierto es que los siglos XIX y principios del XX guardan muchísima relación entre sí.
«La historia humana es en esencia una historia de ideas»,
H.G. Wells.
Casos en la literatura
La historia de literatura victoriana fundamentó varios de los aspectos de la cultura popular como la conocemos hoy en día.
Aspecto que el escritor y guionista de cómics hace ver en su novela gráfica La liga de los caballeros extraordinarios, donde une a personajes como Mina Murray de Drácula, Allan Quatermain de Las minas del Rey Salomón y el doctor Henry Jekyll, a manera de superhéroes contemporáneos.
Charles Dickens fue un autor que contribuyó notablemente a lo que hoy en día conocemos como cultura popular. Su fama fue tanta que se enfrentó a ediciones piratas de su obra.
De la misma forma que hoy en día muchos autores padecen la piratería y el tráfico ilegal de películas o novelas. También sus lectores seguían sus historias entregadas por fascículos, de la misma forma que hoy en día los telespectadores siguen Breaking Bad o Mad Men.
Los lectores de cómics conocen la treta publicitaria cuando las editoriales matan a un personaje y tiempo después lo resucitan. La famosa muerte de “Superman” es un ejemplo.
Esta maniobra tiene sus orígenes desde 1893 cuando Sir Arthur Conan Doyle decide “matar” a Sherlock Holmes, pero tras la presión de editores y familiares se vio obligado a resucitarlo en 1903 en el relato: La casa deshabitada.
En las letras y en la sociedad victorianas tenemos muchos de los cimientos de lo que será la cultura popular tal como la concebimos.
También aparecerán similitudes inconexas con el gobierno de Díaz. Una de ellas no es la alta sociedad, ni la cultura o el arte, sino los asesinos seriales.
La historia de dos asesinos
Tanto la Ciudad de México como Londres tuvieron sus respectivos asesinos seriales: a uno se le apodó “El Chalequero” y a otro “El Destripador”. Ambos tuvieron su reinado del terror en 1888. Los dos asesinaban prostitutas. También tuvieron sus rimas populares.
La historia de Jack “El Destripador” ha sido elevado a la categoría de mito. Los cinco asesinatos de prostitutas que cometió en Whitechapel en 1888 se han convertido en un ícono del cine y la literatura.
La bruma de misterio que lo envuelve lo ha convertido en un caso eternamente abierto y objeto de investigación para los criminólogos y de inspiración para los artistas.
Como la historia apunta, Jack El Destripador, cuyo apodo se debe a que supuestamente envió una carta a la policía de Londres adjudicándose los asesinatos y firmándola como “el Destripador”. Jamás fue atrapado.
Mientras el inspector Amberline dirigía la investigación para atrapar a Jack, del otro lado del océano, México enfrentaba a su propio asesino en serie…y en serio.
Francisco Guerrero nació en 1840. A diferencia de Jack, él sí fue capturado y se tiene un registro de su vida y sus víctimas. Guerrero nació en el Bajío. Posteriormente se trasladó a la Ciudad de México, donde residió en el barrio de Peralvillo.
La historia cuenta que él solía usar un chaleco cuando iba a buscar a las prostitutas que posteriormente estrangularía y en ocasiones decapitaría con su cuchillo para curtir piel, pues se ganaba la vida como zapatero. Aunque “El Chalequero” fue capturado, nunca llegó a cumplir sentencia, pues esta coincidió con el estallido de la Revolución.
Otra coincidencia fascinante en ambas historias es que los crímenes de ambos asesinos fueron ilustrados por destacados dibujantes de los respectivos países.
A Jack lo dibujó Sir John Tenniel, famoso por encargarse de las imágenes de Alicia en el País de las Maravillas de Lewis Caroll, mientras que los asesinatos de “El Chalequero” los dibujó José Guadalupe Posadas.
Curiosamente, tanto Jack como Francisco tuvieron su propia rima. Misma que la gente repetía en las calles. La del londinense decía así:
“Jack for thrills Went out to kill
Out amongst the London poor,
In Whitechapel he found 5 misfortunates abound,
And ripped each and every whore.”
La rima de Guerrero, aparecida en una hoja volante de Vanegas Arroyo, mencionaba además a Miguel Cabrera. Esta proclamaba:
“El famoso chalequero,
Eclipsó a Miguel Cabrera,
Porque el matador del Trini
No caerá en la ratonera.”

Historia de locos
El Hospital Real de Bethlem, conocido popularmente como “Bedlam” entre la sociedad inglesa, abrió sus puertas desde 1330, pero adquirió popularidad durante el periodo victoriano. Bedlam es famoso en la historia por el mal trato a los pacientes. También por la poca o nula ética con que los médicos se hacían responsables de ellos.
Por su parte, el manicomnio «la Castañeda» no se queda muy atrás. El sitio surgió en pleno porfiriato y abrió sus puertas en 1910. Al igual que Bedlam se le recuerda por su mala fama y su insalubridad.
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En el siglo XIX, cuenta la historia que muchos «locos» fueron encerrados tanto en La Castañeda como en Bedlam debido a su «locura moral» o simplemente a que no cuadraban en los cánones sociales.
Tristemente, ambos sitios fueron célebres por tener tras las rejas a personas que hoy en día serían un poquito diferentes a cualquier ciudadano normal.
Elemental, mi querido México
Sherlock Holmes es el detective más famoso de toda la historia de ficción. Lo que quizá algunos desconozcan es que la revista Time llegó a llamar a un investigador de nuestro país “El Sherlock Holmes mexicano”.
Alfonso Quiroz Cuarón fue el nombre de quien mereció tan honorable mote. Nació en 1910 en Jiménez, Chihuahua.
Entre sus investigaciones más destacadas se encuentran la del asesinato de Trotsky. También coordinó los estudios que comprobaban la autenticidad de los restos del emperador Cuauhtémoc.
Además, descubrió al asesino de Gilberto Flores Muñoz y su esposa: el Secretario de Agricultura de Adolfo Ruiz Cortines.
Al igual que John H. Watson fue el cronista de Sherlock, Quiroz tuvo a José Ramón Gramabella, autor del libro El Criminólogo, donde recopila sus casos más impactantes y destacados.
Entre asesinos seriales, locos y detectives, queda muy ad hoc la frase escrita por Charles Dickens que Marley le dice a Scrooge: “Nosotros forjamos las cadenas que cargamos en la vida”.
Redacción: Laura Márquez