Hablemos de lo que no quieres hablar

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En las últimas entradas, hemos podido hablar sobre la ansiedad, el estrés, las emociones y el miedo, pero ¿Cómo darle solución a esos “problemas”?

Para empezar, hay que dejar de verlos como problemas, sino más bien como cuestiones que cuestan mucho tiempo, trabajo y esfuerzo para aceptar. Punto número dos, nunca se les da una solución, más bien, se aprende a vivir con ellas.

Y una de las situaciones que más incomodidad nos causa es la tristeza, e incluso, en una opinión meramente personal, la palabra se ha modificado a depresión; ya no decimos “estoy triste”, ahora la frase recurrente es “estoy deprimido/a”.

¿Por qué sucede esto?

Bueno, hay muchos estudios científicos que señalan y acusan al ritmo de vida actual, a nuestra tendencia natural a lo negativo como rasgo evolutivo, el desgano por hacer algo o quizá uno de los males más grandes, porque es quizá el único del que tenemos control: el desconocimiento, mejor conocido como “tabú”.

En ocasiones, cuando la tristeza llama a la puerta, se buscan mil y un remedios para no abrirle: alcohol, drogas, parejas, trabajo, cine, series y películas, desvelos, gimnasio, mascotas, libros, maquillajes, ropa… Tú ponle nombre, pero tanto tú como yo, sabemos que muchas veces la solución es apenas parcial. 

¿Cuántas veces has gastado dinero en algo que sabías que, quizás, no querías y que mucho menos necesitabas? Parece ridículo, ¿cierto?

Pero, ¿qué tal si gastaras un poco de dinero en ir a terapia? Eso sí suena como un gasto innecesario, pero en esta situación, lo ridículo es que quizá es lo que necesitas.

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Un espacio donde, durante 60 minutos aproximadamente, hablarás de lo que mejor conoces: a ti mismo. Hablarás de lo que no quieres hablar.

Donde podrás decir absolutamente todo lo que tú quieras y tendrás la certeza de que te escucharán sin juzgarte, te mostrarán una perspectiva diferente e incluso, quién sabe, hasta te sientas mejor.

Opciones las hay, y muchas. Sólo es cuestión de 1) tener el valor de salir y buscarlas, 2) tener la decisión de ir, de seguir y mantenerse. Es cuestión de determinación, paciencia y constancia.

Pero no creas que la primera sesión será la clave de todo. En realidad, es el principio del final. Del término de tantas cosas con las que no te sientes cómodo y ni siquiera sabías que estaban ahí.

Y que no te de miedo hablar y pedir ayuda. No eres ni débil, ni estás loco. Solamente estás buscando sentirte mejor.

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