Estos son huevos blancos que al sumergirse en agua sulfurosa se vuelven negros. Además, dicen que al comerlos aumentas 7 años de vida. ¿Será un manjar?
Japón es una isla con una importante actividad volcánica a lo largo de su territorio. Tanto que uno de sus más característicos símbolos es un imponente volcán conocido como monte Fuji. En la zona cercana al Fuji se encuentra la localidad de Hakone, un lugar famoso por sus aguas termales de origen volcánico.
Alguna vez les hablamos de Tokyo, una ciudad en la que todo ocurre en un mismo momento: tecnológica, ancestral y sumamente cultural. Ahora, la ciudad protagonista de esta historia está un poco alejada de la ciudad.


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El parque nacional Fuji-Hakone-Izu es una vasta extensión de naturaleza que encanta a los visitantes por su singular belleza y por las múltiples actividades.
Entre las actividades y lugares se encuentra la vista panorámica de las minas de azufre desde un teleférico, la navegación en barco por el lago “Ashi”, o la ascensión al monte Fuji.
Estos son sólo algunas de las tantas cosas que se pueden realizar en este inmenso parque nacional. Sin embargo, entre tanta actividad destaca comer kuro tamago. Una de las actividades que ningún viajero se puede perder.
La palabra kuro tamago proviene de ‘kuro’, que es la denominación del color negro, y de ‘tamago’, que literalmente significa huevo.
Los kuro tamago son simples huevos de gallina de color blanco que se tornan negros cuando son hervidos en las sulfurosas aguas del valle de Oowakudani.
Los operarios que preparan los huevos negros sumergen jaulas con docenas de huevos blancos, los cuales, tras unos minutos bajo el agua con azufre hirviendo, emergen hacia la superficie con su cáscara totalmente quemada.
Posteriormente, los huevos son envasados de 5 en 5, en bolsas de papel y vendidos a los turistas por 500 yenes, que vendría a ser algo así como 180 pesos mexicanos.
Estos huevos se compran en locales ubicados en la zona baja de la montaña. Además, si te interesa ver con ojos propios el proceso de cocción, y luego comerlos, mientras los gases de azufre te hacen llorar, debes invertir varios minutos subiendo para llegar a las piscinas naturales, donde nace este souvenir gastronómico.
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El deseo de comer estos huevos negros no radica en su sabor, ya que una vez fuera de su oscura cáscara sabe simplemente a huevo cocido. El mito dice que por cada huevo que uno come se obtienen 7 años más de vida.
Esta es la razón específica por la que extranjeros y japoneses llegan a este lugar para disfrutar los huevos cocinados con el calor de la tierra.
Dicta la creencia que si los kuro tamagos no se comen 48 horas después de ser hervidos en las minas de azufre, su cáscara pasa de negro intenso a un amarillo desteñido, y su supuesto valor revitalizador habrá sido desaprovechado.
La fama de estos huevos ha logrado impulsar todo un mercado turístico, el cual gira en torno a estos famosos huevos negros: muñecas de Hello Kitty dentro de un huevo, llaveros, adornos para colgar del teléfono móvil, peluches, lápices, ropa y absolutamente todo lo que el mercado puede imaginar.
La gente se agolpa para ver este fenómeno químico anhelando alargar su vida. No obstante, si se come tanto huevo también se puede lograr una indigestión.
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