Una taza sobre la mesa del comedor. La ventana de la sala por la que entra luz de día y en las noches se ilumina con la luz de la calle, o la textura y color del techo que tal vez miras al despertar cada mañana.
Esas son, solo algunas de las imágenes que vemos a diario en nuestra vida. Forman parte de nuestra rutina y solo cuando se ausentan, nos damos cuenta de lo necesarias que son para que nuestro día esté completo.
Los ejemplos pueden variar según la persona.
La siguiente escena va así. Te estas transportando de punto A hacia punto B en cuál sea tu medio de transporte habitual. Puede que estés escuchando tu música favorita. Podría ser que te encuentres con la mente llena de las tareas que faltan por terminar antes de que concluir tu día; o bien, a veces llenamos los huecos de tiempo con pensamientos sin sentido, solo para pasar el rato.
El día cotidiano puede tener distintos significados según como lo veamos. Para algunos, es la una nueva oportunidad, constante, de hacer las cosas que más nos gustan en el momento que deseamos por los motivos que nos interesan. En otros casos se trata de monotonía gris; una tarea que debes hacer o el trabajo que no te gusta al que no puedes faltar.

En esta generación, como hemos visto, la ansiedad y el estrés son casos comunes en los que la gente se ve hundida por el día a día que les deja poco para descansar. De ahí partimos para comenzar a hablar de las diversiones que todos conocemos: salir a un bar, el cine, un restaurante, etc. Todas son distracciones muy válidas y en cierto punto necesarias. Aun en los puntos de encuentro más comunes es posible hallar cierta tranquilidad.
Pero es a este punto, de los primeros retratos mentales que tomamos en las mañanas – la taza, la ventana, el techo, etc. – al momento de cerrar el día para pasar directo a las distracciones, donde debo señalar la necesidad de apreciar los detalles de cada cosa, en la medida que podamos hacer.
Se trata de esto. Es muy fácil, para todos aquellos que contamos con celular, enfocarnos en todo cuanto puede suceder en ese pequeño dispositivo, que muchas veces, aun en los lugares de distracción más comunes, donde nos podemos perder de muchos detalles alrededor. O en el desarrollo del día. En todo momento están ocurriendo cosas, pequeños detalles, en cada uno de los momentos de nuestro día cotidiano que muy probablemente no apreciamos muy bien: el diseño de las sillas del restaurante, el malabarista de la calle, los pequeños destellos de luz que atraviesan las hojas de los árboles. Pequeños sucesos que pueden pasar desapercibidos para cualquiera.
Es por eso que propongo detenernos unos minutos al día; a veces solo se necesita un par de segundos, para ponernos románticos con la experiencia de andar en el lugar que estemos. Convivir en el punto donde nos sentimos en pertenencia; vivir en el momento sin pensar en lo que podría pasar después o en las cosas por las que ya hemos pasado. Y vivir.