Constantemente no tengo idea de lo que estoy haciendo.
A principios de septiembre, comencé a tomar sesiones de terapia con la psicóloga de la universidad donde estudio. Me decidí a ir porque sentía que me estaba estancando en lo que creía era “mi forma de ser”, esa afirmación que hacen las personas que se aceptan a sí mismas como incapaces de cambiar la manera en cómo se manejan con la demás gente o con su vida misma.
Solía ser como esas personas.
Ya no quería ser de esa manera. Desde hace siete años me había considerado como a quien los demás ignoran, me creía la idea de que siempre sería de esa manera.
Hace siete años que decidí cambiar el rumbo que llevaba mi vida porque no me sentía parte de los demás. Un punto y aparte del resto. El marginado del salón y ya. Incluso abandone la escuela en mi segundo año de secundaria y pase meses sin tener contacto con gente de mi edad. Solo escuchando «set fire to the rain» de la cantante inglesa, Adele.
Pase mucho tiempo solo en aquellos meses
Me marco esa época de soledad, la cual no había comprendido hasta años después cuando comencé a abandonar la adolescencia para ser un joven adulto, lo que me lleva a estos días.

Ya no soy el niño de ayer. No puedo seguir haciendo dramas cada vez que me sienta fuera de lugar.
Es eso en lo que pienso cuando creo que las cosas se ponen demasiado difíciles y quiero renunciar a lo que he trabajado.
Es entonces cuando llega el tema del tiempo.
En los veintes, el tiempo puede transcurrir demasiado rápido. Recuerdo un muchacho al que conocí y era de mi vecindario. A él lo habían dejado a su suerte desde muy chico y se tuvo que valer por sí mismo. Tomó malas decisiones que lo llevaron hacia caminos difíciles, que no cualquiera sobreviviría. Él siempre me decía: “invierte bien el tiempo. Los veinte se pasan como el viento. No dejes la escuela, no dejes tu familia. Encuentra algo que te guste y trabaja en ello hasta que lo logres y así, cuando voltees hacia atrás, será para darte cuenta de todo lo que has logrado. Tómame de ejemplo; no cometas mis mismos errores”. Ese muchacho falleció hace un año y cada que lo veía y hablábamos de este tipo de cosas podía ver mucha nostalgia en sus ojos. Una mirada que añoraba la oportunidad de volver y hacer las cosas de nuevo. Enmendar errores.
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Me repito a mí mismo que debo ser paciente con todas las cosas. Que cada tanto, el tiempo y lo que haces con él, determinará donde te encontrarás mañana. Pero es en los días difíciles donde me pregunto… si esto vale la pena y si es que irme a cualquier otro lugar (donde sea), pueda ser mi camino. Mi lugar.

Pero todo transcurre conforme a su tiempo.
Hace casi un mes termine mis sesiones de terapia. En el período posterior a eso, me he dado cuenta de que al momento de dar un primer paso, todo puede cambiar y que la permanencia solo te podrá traer frustración y dolor.
Asi que cuando creas que todo en tu vida es porque asi debe serlo, recuerda que tú haces con tu tiempo lo que quieras. No hay prisa por ser la imagen de algo que añoras ser. Siempre hay tiempo para todo: trabajo, escuela, amigos. Son cosas que llegan solo cuando estás listo para aceptarlo.
Para mí, ya nada es como antes. Como lo era el día de ayer, o el mes pasado, o hace siete años.