Parte 2 Pravia 13
En la edición pasada de Pravia, les compartimos los conceptos básicos de “El Laberinto de la Soledad” una de las principales y más trascendentes obras de Octavio Paz. Ahora toca compartir la segunda parte. Es impactante cómo los problemas que Paz describe de la sociedad mexicana siguen latentes tantos años después.
3. La muerte ya no es un tránsito sino una gran boca vacía, se ha dejado ese tránsito de acceso a otra vida más vida que la nuestra.
Las fiestas nos liberan a diferencia de lo que ocurre en otras sociedades. Los países ricos tienen pocas fiestas populares, no hay tiempo ni humor y no son necesarias; la gente tiene otras cosas que hacer. Viven con certeza, seguridad, confianza y una aparente alegría y conformidad con el mundo que los rodea. En esos países el hombre no se siente arrancado de la creación, porque el mundo ha sido construido por él y está hecho a su imagen. Está solo entre sus obras, perdido en un panorama de espejos. Muchas sociedades no desean tanto conocer la realidad como utilizarla. Viven en una hipocresía que consiste en la negación de todos aquellos aspectos de la realidad que le parecen desagradables o irracionales, sólo quieren ver la parte positiva de la realidad. Por ejemplo ante la muerte no sólo no quieren conocerla sino que evitan su idea. La muerte es una palabra que jamás se pronuncia. El mexicano en cambio la frecuenta, la burla y la festeja. La indiferencia del mexicano ante la muerte se nutre de su indiferencia ante la vida: qué me importa la muerte, si no me importa la vida. Adornamos nuestras casas con cráneos, calaveras de azúcar y papel de china, comemos el día de muertos panes que fingen huesos y nos divierten canciones y calaveras de la flaca pelona.
En el mundo moderno todo funciona como si la muerte no existiera, nadie cuenta con ella y todo la suprime. La muerte moderna no posee ninguna significación, en casi todos los casos es simplemente el fin inevitable de un proceso natural. Los criminales modernos matan y degradan al hombre, convierten en un objeto a su víctima y violan su calidad humana. La antigua relación entre víctima y victimario que es lo único que lo hacía imaginable, ha desaparecido.
Para los antiguos mexicanos la muerte no era el desagradable final natural de la vida sino fase de un ciclo infinito. Vida, muerte y resurrección eran estados de un proceso cósmico que se repetía insaciable. En La Conquista las formas artísticas, filosóficas, políticas, religiosas e instituciones españolas se trasplantan a nuestro continente. Se postula un solo idioma, una sola fé, un solo señor. El catolicismo que en muchos casos recubre las antiguas creencias cosmogónicas, es impuesto por una minoría de extranjeros tras la conquista militar. La conquista derrota a los dioses, para el mundo indio es el fin de un ciclo cósmico y la instauración de un nuevo reinado divino. Exterminan dirigentes, depositarios del saber mágico y religioso, guerreros y sacerdotes. Una vez destruida la religión indígena, muertos o exiliados sus dioses, sin tierra que apoyarse, ni trasmundo al que migrar, el indio ve en la religión cristiana una madre. La aparición de la Virgen de Guadalupe se da en una colina que antes había sido santuario dedicado a Tonatzin madre diosa de la fertilidad entre los aztecas.

Los indios en situación de orfandad, rotos los lazos con sus antiguas culturas y muertas sus ciudades, encuentran un lugar en el mundo, una posibilidad de pertenecer a un orden vivo; Destruidos sus templos y manuscritos, el catolicismo les ofrece un refugio, les hace reanudar sus lazos con el mundo y el trasmundo; le devuelve sentido a su presencia en la tierra, alimenta sus esperanzas, justifica su vida y su muerte.
4. El mexicano se sitúa ante su realidad como todos los hombres modernos, a solas.
Desde niño se busca trascender la soledad. Gracias al juego y a la imaginación el niño adquiere vida propia. Por virtud de la magia crea un mundo a su imagen y resuelve así su soledad; vuelve hacer uno con su ambiente. El conflicto renace cuando el niño deja de creer en el poder de sus palabras y sus gestos. Con la adolescencia llega la ruptura con el mundo infantil y momento de pausa ante el universo de los adultos; la adolescencia es la edad distintiva de la soledad. En este periodo el hombre adquiere por primera vez conciencia de su su singularidad; época de los grandes amores, del heroísmo y del sacrificio. Después llega la madurez que ya no es etapa de soledad. El hombre se olvida de sí entre los espejos de la razón; en el trabajo, en la construcción de objetos, ideas e instituciones. Su conciencia personal se une a otras, el tiempo adquiere un sentido y fin. Todo el sistema de prohibiciones, reglas y ritos de la cultura lo preserva de la soledad y multiplica su tortura. El grupo es la única fuente de salud. El solitario es un enfermo, una rama muerta que hay que cortar y quemar pues la sociedad misma peligra.

El hombre se ha convertido en prisionero del sistema, del reloj, del calendario y de la sucesión. Hubo tiempo en que el tiempo no era sucesión y tránsito, si no un manar continuo de un presente fijo. El hombre era uno con el tiempo y desprendido de esa eternidad cesa de coincidir con el fluir de la realidad; la medición del tiempo separa al hombre de la realidad que es un continuo presente.
La soledad del mexicano es un sentimiento religioso de orfandad, una oscura conciencia de que hemos sido arrancados del todo. Una ardiente búsqueda por restablecer los lazos que nos unían a la creación. El hombre está más solo que nunca; un sentimiento de soledad y nostalgia de que fuimos arrancados del centro del mundo, del ombligo del universo. El mito del laberinto es hacia ese centro, ese recinto sagrado del que fuimos expulsados. Estamos condenados a buscarlo por selvas, desiertos y los vericuetos y subterráneos del mismo laberinto. Todos esperan que la sociedad vuelva a su libertad original y los hombres a su primitiva pureza; entonces la historia cesará, el tiempo dejará de triturarnos, volverá el reino del presente fijo, la realidad arrojará sus máscaras y podremos al fin conocerla y conocer a nuestros semejantes. Habremos encontrado el final del laberinto de la Soledad.
La soledad del mexicano es un sentimiento religioso de orfandad, una oscura conciencia de que hemos sido arrancados del todo