Poema: REVOLUCIÓN

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Por Laura Allen

Las palabras juegan y acercan sus oídos
a la madera del contrabajo,
lamen las cuerdas y se deslizan por el puente.

Las palabras no terminan en orgasmos,
ellas los comienzan,
los viven y los generan.
Los conforman en ocho letras,
llenan páginas replicándose
y aumentando su intensidad.

Las palabras que caben en mi mente
no caben en el mundo porque en éste,
solo hay espacio para el vacío.

Las palabras son mi arma y no dudo en disparar
porque deberíamos derramar literatos;
la sangre no tendría porqué brotar
j a m á s.

Comencemos una revolución letrada,
silabada, apalabrada, sustantivada, adjetivada;
una revolución en la que nademos en poesía
y los corazones escriban novelas en las espaldas del gobierno,
en las banderas blancas, en la propaganda política,
en el dorso de la tierra…

Una revolución completa, conjugada
en las siete artes.

Una revolución en la que llevemos
del brazo a nuestras musas
y les besemos la inspiración para que nunca cese
y para que siempre grite con arañazos creativos
sobre lienzos,
páginas,
monumentos,
edificios,
sobre un pentagrama hambriento,
sobre la pista,
sobre la pantalla grande…

Una revolución con plazuelas, teatros
y auditorios abarrotados por espectadores nómadas
que se deshacen ante los ensambles de cuerdas,
ante los metales, antes las percusiones,
ante las voces
que ellos mismos emanan
al pronunciar la revolución
con el corazón.

Una revolución en la que las notas amarillistas
digan que los pinceles se hacen el amor
entre las partituras y que las esculturas se han
escabullido entre las gentes para ver quiénes expresan más,
si los rostros gesticulantes, los amorfos o los frívolos.

¡Comencemos la revolución! Que los sintetizadores
hagan sudar las bocinas,
que los micrófonos se desnuden en el escenario
y que una parvada aparezca bailando tango en
los jardines principales.

Que sea una revolución tangible con palabras
y que las palabras sean un juego serio contado en comedia,
en terror, en ficción, en infinito, en obscuridad, en luz, en todo,
en nada, en más, en menos.

Que se reúnan músicos y pintores,
que hablen de lo abstracto, de lo revelado,
de lo subjetivo, del amor y de los secretos,
que duden y nos hagan dudar, que platiquen de
las religiones y sus dogmas, que nos expliquen la sociedad.

Que se reúnan poetas, filósofos y científicos
y que sientan un siglo XVIII hervirles en las venas
para que predomine excesivamente la libertad de expresión,
que sientan que la luz les baña nuevamente los rostros
y que le pongan un segundo nombre a la revolución.

Ilustración de portada por: Daniela González.

IG: Dansgg

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